sábado, 7 de diciembre de 2013

"GANÁNDOLE TIEMPO A LA MUERTE"

<RETRATO DE CABALLERO>
(Carlos Bermejo, retratado por Daniel)
 

                           " GANÁNDOLE TIEMPO  A LA MUERTE"
  Como cada amanecer, el despertador de las aves sonando en el jardín, le sumían en un dulce nirvana físico  entre la frontera del sueño y la vigilia, en el que la mente le sugería temas para sus escritos o cuadros que parecían geniales y  que consideraba inverosímiles, cuando ya despierto, se los llevaba la realidad del rutinario defecar mañanero, o cuando maquinalmente sacaba de debajo de la almohada el transistor que lo devolvía a un mundo digno de irse por el mismo lugar que  sus excrementos. Y fue en una desconexión del programa nacional de la COPE para dar paso al local, cuando el locutor abrió con la noticia: “Son las doce del mediodía. Las once en canarias. Según nos comunican desde la clínica "X", a las nueve de esta maña ha ingresado en la misma  el conocido escritor y pintor "X", que presentaba traumatismo cráneo encefálico de extrema gravedad producido, según informan sus familiares, al caer por la escalera de acceso a la planta principal de su domicilio unipersonal en la cercana población x donde tenía su estudio y residencia, cuando sobre las ocho  bajaba a tomar su habitual desayuno en la cocina comedor situado en la planta baja. Dada la extrema gravedad, los médicos no han podido hacer nada para  salvar su vida, que se ha extinguido a los setenta y tres años de edad. Descanse en paz, tan ilustre “escripintor” de fama local.
  ¡Todo coincidía. Era él! Su nombre, su profesión, su domicilio, la escalera por la que subía y bajaba tantas veces al día. ¡Todo!. No había dudas: la radio estaba dando la noticia de su muerte acaecida sobre las ocho de la mañana,  hora a la que siempre bajaba a tomar su desayuno.  Sin embargo, eran las siete cincuenta  y ocho según pudo comprobar en el reloj despertador de la mesilla de noche y estaba en la cama escuchando la radio y por la ventana entraba la débil luz del amanecer invernal. ¿Cómo era posible que estuviera muerto?-se preguntó. No podía ser. Movió los brazos, tosió, estiró las piernas, habló en voz alta. ¡Estaba vivo! Volvió a mirar el reloj. Eran las siete y cincuenta  y nueve. Saltó de la cama, se puso las zapatillas y salió corriendo en pijama hacia la escalera. Como siempre, en lo alto del último escalón, mirando al jardín dio gracias a Dios por el nuevo día. Y como siempre bajó los escalones a toda prisa sin temor a rodar por ellos, Entró en la cocina-comedor, donde su mujer ya le estaba preparando el desayuno, como siempre con la radio puesta, en la que estaban sonando los tres pintados que señalaban la hora: “Son las ocho de la mañana. Les habla Ernesto Sáez de Buruaga…”
-¿Dónde vas en pijama con el frio que hace. Estás loco?-le preguntó su mujer.
-¿Desde cuándo estás oyendo la radio?- le preguntó él.
-Pues como siempre .Desde las seis.-le contestó ella.
-¿Y no tienes nada que decirme....?-pregunto él.
-Que te voy a decir, que me des un beso y buenos días.
   Se acercó a ella, la abrazo y la beso como si fuera la primera vez.
-¡Ay que bien! ¿Qué te pasa. Has soñado con las angelitas…?
-Bueno no es eso. Pero si, quizá  he tenido un sueño…pero me he despertado a tiempo…
-  ¿A tiempo de que…? ¿Es por el sueño por lo que bajas sonámbulo y despechugado…? ¡Anda, anda, sube y vístete que vas a coger frio!
-¡Si, si! Aun no es la hora. Mi hora...
-Sí, la verdad es, que hoy has bajado unos minutos antes de tu hora.
-Bueno, así tengo más tiempo…
-¿Tiempo para qué? Hoy no tienes que ir a la tienda.
-Tiempo para vivir, escribir, pintar… Voy a cambiarme. Ahora vengo.
Carlos Bermejo
Alicante, 26 de Febrero de 2011
 
 

jueves, 5 de diciembre de 2013

"NICOLASIN" CUENTO DE NAVIDAD PARA NIÑOS, CON FINAL PARA MAYORES

<ESE ESTIRADO DE LA IZQUIERDA DE LA FOTO, ERA UN CARLOS BERMEJO CON 20 AÑOS, QUE EN LA  ESPAÑA TRISTE DEL AÑO 57 DEL PASADO SIGLO, ESCRIBÍA CUENTOS TRISTES, PRODUCTO DE SUS PREOCUPACIONES SOCIALES DE ENTONCES Y DE SIEMPRE>
 
 
                               NICOLASIN
              (Cuento para niños con final para mayores)
  Nicolasin, tenía poco más tres años, y era el primer hijo de la familia compuesta, por Antonio “el corto”, y María “la larga”.
   Vivian en una casita muy blanca, muy blanca, tan blanca que parecía una paloma allí posada en la montaña, desde la cual se divisaba toda la ciudad como si fuese un belencito cual los que se construyen en Navidad. ¡Claro!, como eran tan pobres, vivían muy lejos de la ciudad; pero no por eso su vida era triste, al no poder vivir donde vivía los ricos, porque, como decía el abuelo de Nicolasin –que habitaba con ellos , y era un viejecito, con el pelo blanco, al igual que esas nubes de las que se dice: “el cielo esta  aborregado, quien lo desemborregara…”; todos lo sabemos ¿verdad?. ¡Bueno!, y también tenía las espaldas encorvadas por el peso de los años; porque los años pesan y eso que no hacen bulto que se pueda ver-. ¡Ba!- solía decir cuando alguien se quejaba- es mucho mejor vivir aquí, sobre esta montaña, que no en la ciudad; porque aquí, cuando nos llame Dios, estamos más cerca de Él, para acudir antes a su llamada; y en cambio los que están en la ciudad tienen, que,  además de dejar los placeres, los vicios y vanidades, que los atan a ella, andar el camino que nosotros tenemos andado al vivir aquí  arriba… Estas palabras siempre estaban en boca del abuelo de Nicolasin, y claro es, venían a arrullar el gusto secreto, que dentro de su alma llevaban “el corto” y “la larga” al creerse, allá, en la altura y soledad de su montaña, águilas, que volaban más altas, de las miserias escondidas entre las riquezas de la ciudad…
 Y así, Dios por una parte, y la naturaleza por la otra, les tenían fuertemente arraigados a aquella solida montaña donde habitaban teniendo por vecinos a las águilas.
  Nicolasin no tenía juguetes como los niños de la ciudad, porque claro, vivían tan lejos, y allá tan altos, que los Reyes pasaban por la ciudad, que como sabéis estaba más baja, y no se les ocurría mirar hacia arriba, pensando, que, “no podía habitar nadie entre las águilas…” Pero se equivocaban; allí estaba Nicolasin, y su buena familia.
-Papa –decía Nicolasin- mama dice que van unos Reyes a la ciudad, por el tiempo que cae eso blanco del cielo, que dices tú que se llama…¿Cómo  se llama papa?
-Nieve, hijo mío, eso se llama ni-e-ve. A ver si sabes tú decirlo.
-Ne-ve… ¡si!, eso es lo que cae. Pues entonces es cuando van los Reyes a la ciudad, y dice mama que le llevan a los niños, bicicletas como la tuya, pero de grandes como los niños, caramelos, y también dice, dice que pájaros como ese que pasó, antes…ayer no…el otro día, que hacia tanto ruido…¿Por qué no me traen a mi juguetes?
-Hijo mío, porque no se acuerdan de que estamos aquí. El único que lo recuerda es Dios, y ese te dará a ti juguetes, y a mi dinero, cuando estemos con El.
-Pues yo quiero estar con Él.
-No, hijo mío, aun no, eso será cuando cerremos los ojos para siempre…
-Pues yo no quiero cerrarlos, que por la noche me da miedo. Papa...
-¿Queee...?
-Cuando vayas a trabajar en tu bicicleta a la ciudad, ¿le dirás a los Reyes que pasen por nuestra casa  a traerme muchos juguetes?
-Siii…hijo mío, se lo diré si los veo- terminaba por decir “el corto”, papa de Nicolasin. Pero luego. A la caída de la tarde, cuando el sol se marchaba a alumbrar a otros países, en los cuales  a esas horas estaban a oscuras, llegaba el papa de Nicolasin de trabajar en la ciudad, cansado y sudoroso en su bicicleta, y éste salía al trote de su caballo imaginario, para preguntarle después de haberle abrazado.
-¡Papa, papa! ¿Has vista a los Reyes?
-No hijo mío, no los he visto por más que los he buscado por toda la fábrica…
-Entonces ¿Cuándo los veras…?
-Quizá mañana los sorprenda en su palacio y se dignen concederme audiencia.
   Pero, venia el mañana, y, “Están de viaje. Quizá, mañana…”. Y ese mañana, no llegaba jamás, por lo que Nicolasin se dio a sus juegos “encontrados”, y  a soñar que un día, vendrían los Reyes Magos, cargados de juguetes para él.
  Sus juegos “encontrados, era que siempre se estaba encontrando tesoros, desde que un día su madre, le contó un cuento en el cual los protagonistas se encontraban un tesoro fabuloso, de diamantes, esmeraldas, perlas y otras piedras que, aunque él no sabía lo que era, ni cuanto era su valor, debía de ser muy grande, por el gesto de asombro que ponia su madre al referirse al tesoro. Y claro está, lo bastante que los mayores, a nosotros que somos niños, nos rían la gracia por cualquier cosa, para repetirla una y mil veces con insistencia monótona. ¿Verdad que si? ¡Claro que sí!, si lo sabré yo, que soy un niño como vosotros.
 Y,  esto es lo que  le ocurría a Nicolasin. Un día llegó gritando:
-¡Mama, mama, tengo un tesoro, tengo un tesoro…!
   Y su madre, por seguirle la corriente y que se divirtiese un  poco, pues todo el día se lo pasaba Nicolasin, jugando con  las “chinas” – que no son mujeres de China si no piedrecitas pequeñas- que recogía por los senderos, le miró y puso el gesto que ponia cuando le contaba aquello del “tesoro”, y dijo:
-¡Ay Nicolasin ahora sí que somos ricos; que suerte tenemos más grande, Mira que encontrarse un tesoro!. A ver, llévame donde está, que contemple el guiñar de los diamantes a los reflejos del sol.
   Y Nicolasin llevó a su madre, a los pies de un pino cercano a la casa, y allí, comenzó a levantar con parsimonia, una piedra de esas que llaman de “cristal” y que cuando vamos por los campos, brillan a lo lejos. Ya quedaba  poco que levantar, cuando de pronto Nicolasin, pegó un fuerte tirón y levantó la piedra de súbito, a la vez que pegaba un grito ¡Ahaa!
   La madre se echo a reír  y dijo:
-¡Ay! Que me engañado, que son piedras y brillan menos que la losa que las tapa…
-Je, je, je-Ja, ja, ja.
 Rieronsé los dos a gusto, principalmente la madre de Nicolasin. Y ya…pues lo que os he dicho antes: como le rió la gracia, él la repetía, una, dos, y hasta diez veces al día. Al principio su madre, iba con él en busca del fingido tesoro; pero a los pocos días de abusar Nicolasin de la broma, ya no le causaba ninguna gracia a “la larga”, y enviaba a su Nicolasin a buscar él solo el tesoro.
    Y, así se pasaba el día Nicolasin “encontrando tesoros a troche y moche”, y esperando el mañana en que su padre hablaría con los Reyes.           ============================================
  Y,  Dios desde su Cielo decidió en aquel momento que así fuera y fue…           =============================================

  Pasó el tiempo –ocho o nueve meses-. No se sabía fijo pues “el corto” y “la larga” habían perdido la cuenta. Pero debió ser por ahí, por ahí, cuando cierta mañana de Enero, que no coincidía con la festividad de los Reyes Magos” llegó apenas sin avisar, el regalo de los Reyes a Nicolasin: un hermanito, en vez de la hermana que se deseaba, con quien jugar, con quien compartir su destartalada cama, con quien reñir, y a quien envidiar…
    Para Nicolasin sería su hermano, un juguete movible y hablador; para “la larga”, una nueva sanguijuela que le sacaría la vida por los pechos…Para “el corto”, un problema y una carga que le arrojaría  harina al cabello, que le haría encorvar las espaldas, como al abuelo le había hecho él…
  Y sin embargo, ni una queja.
 Estos son los regalos, de los Reyes a los pobres: hijos que vayan viviendo, a costa, de la muerte lenta de los padres.
Y hay muchos nicolasines de los que no se acuerdan los Reyes. Y hay muchas familias como la suya, que sin tener para alimentarlos, le van viniendo los hijos.
 Carlos Bermejo
 Madrid, 15 de enero de 1957